"Levantad bandera sobre un alto monte; alzad la voz a ellos, alzad la mano, para que entren por puertas de príncipes. Yo mandé a mis consagrados, asimismo llamé a mis valientes para mi ira, a los que se alegran con mi gloria. Estruendo de multitud en los montes, como de mucho pueblo; estruendo de ruido de reinos, de naciones reunidas; Jehová de los ejércitos pasa revista a las tropas para la batalla"
"La historia pertenece a los intercesores"

miércoles, 13 de abril de 2011

Creciendo de Fe en Fe

No trate la Palabra de Dios como cualquier libro, porque no lo es. Es la semilla espiritual que tiene poder sobrenatural.

Uno realmente no se emociona con la Palabra de Dios sino hasta que llegue a entender que no es solo una colección de promesas inspiradas por Dios. Es una fuerza viva que lleva dentro de sí el poder para hacer que esas promesas sean una realidad en su vida. 

¿Es difícil para usted creer que tal cosa sea posible? No debería serlo. Puede observarlo en el mundo natural todo el tiempo.

Si yo pusiera una semilla de tomate en su mano y le dijera que dentro de esa pequeña semilla yace el poder para producir un tallo mil veces más grande que la semilla, para producir hojas, raíces y tomates rojos, usted no tendría ningún problema en creerlo. ¿Cierto? Sabe por experiencia que aunque esa semillita no parezca una fábrica de tomates, sin embargo, dado el ambiente propicio, llegará a ser una fábrica de tomates.
Jesús dice que la Palabra de Dios opera de acuerdo a ese mismo principio: hay poder milagroso dentro de ella. Es una semilla que una vez sembrada por la fe en el corazón humano producirá más bendiciones de las que usted pueda imaginarse.

Una vez que usted entienda ese principio, se entusiasmará con la Palabra de Dios. Eso me sucedió a mí. Hace muchos años vi lo que la Palabra podía hacer, vi el poder que había en ella. Así que puse una Biblia en cada habitación de mi casa y en mi automóvil, y tenía una grabadora de casetes prendida casi todo el tiempo.
Pasaba cada momento posible en la Palabra de Dios porque quería el poder de esa Palabra dentro de mí más que cualquier otra cosa del mundo. Sabía que quitaría las barreras de mi vida, barreras que me habían limitado y reprimido por años. Sabía que al leerla no estaba solo leyéndola, sino sembrando semillas: semillas de prosperidad, de salud, de protección y de victoria en todo aspecto de mi vida.

No trate la Palabra de Dios como cualquier libro, porque no lo es. Es la semilla espiritual que tiene poder sobrenatural en su interior para producir la cosecha de una vida entera. Entusiásmese con ella y comience hoy a sembrarla. 

"Siembra tu semilla en la mañana, y no te des reposo por la tarde, pues nunca sabes cuál siembra saldrá mejor, si ésta o aquélla, o si ambas serán igual de buenas".  Eclesiastés 11:6 (NVI)

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