"Levantad bandera sobre un alto monte; alzad la voz a ellos, alzad la mano, para que entren por puertas de príncipes. Yo mandé a mis consagrados, asimismo llamé a mis valientes para mi ira, a los que se alegran con mi gloria. Estruendo de multitud en los montes, como de mucho pueblo; estruendo de ruido de reinos, de naciones reunidas; Jehová de los ejércitos pasa revista a las tropas para la batalla"
"La historia pertenece a los intercesores"

jueves, 20 de mayo de 2010

¿Qué hace sonreír a Dios?

  

Ya que agradar a Dios es el principal propósito de nuestra vida, la tarea más importante que tenemos es descubrir cómo hacerlo con exactitud. Es una dicha que la Biblia nos presente un ejemplo claro de una vida que agradó a Dios.

El hombre se llamaba Noé. Del estudio de su vida aprendemos cinco actos de adoración que hacen sonreír a Dios.
Dios sonríe cuando lo amamos por encima de todo.
Cuando confiamos en él completamente.
Cuando lo obedecemos de todo corazón.
Cuando lo alabamos y le manifestamos una gratitud continua.
Y cuando cumplimos sus propósitos.
Lo que Dios más quiere de nosotros es que tengamos comunión con él. Él te ama de todo corazón y desea, en reciprocidad, que tú también lo ames. El anhelo de Dios es que lo conozcamos y que pasemos tiempo con él. Él se complace con nosotros. Tener comunión con Dios, aprender a amarlo y ser amado por él, debería ser el mayor objetivo de nuestra vida. No hay ninguna otra cosa que tenga tanta importancia.
Jesús dijo:"Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con tu alma y con toda tu mente... Éste es el primero y el más importante de los mandamientos"
MATEO 22:37-38 (NVI)
"Agradamos a Dios por lo que hacemos y no solo por lo que creemos"
SANTIAGO 2:24 (PAR)
La palabra de Dios nos dice claramente que no podemos ganarnos la salvación. La salvación es por gracia, no por ningún esfuerzo de nuestra parte. Pero como hijos de Dios podemos agradar a nuestro Padre celestial mediante la obediencia. Busquen es sus Biblias y hagan una lista de todos los pequeños actos de obediencia que agradan a Dios. Todos esos actos de obediencia son también actos de adoración. ¿Por qué a Dios le agrada tanto la obediencia? Por que es la demostración de que realmente lo amamos.
Jesús dijo: "Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos"
JUAN 14:15 (PAR)
"Dios, desde el cielo, mira a hombres y mujeres; busca a alguien inteligente que lo reconozca como Dios"
SALMO 14:2 (BLS)
Cuando vivimos a la luz de la eternidad, nuestro enfoque cambia. En lugar de plantearnos: "¿Cuánto placer me proporciona la vida?" llegamos a pensar: "¿Cuánto placer le proporciono a Dios con mi vida?"
Dios está buscando personas como Noé: personas dispuestas a vivir para agradarlo. La adoración como estilo de vida es la única manera sabia y sensata de vivir
LAS OBRAS DE NUESTRAS MANOS

Una razón por la que se nos deja aquí en la tierra y no se nos lleva al cielo de inmediato después de haber confiado en Cristo para la salvación es que Dios tiene trabajo para nosotros. «El hombre es inmortal —decía San Agustín—, hasta que haya hecho su trabajo».
El tiempo de nuestra muerte no lo determina nada ni nadie aquí en la tierra. Esa decisión la toman los concilios en el cielo. Cuando hayamos hecho todo lo que Dios tiene en mente para nosotros, entonces y sólo entonces Él nos llevará al hogar celestial —ni un segundo antes. Y, como escribió Pablo: «David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió» (Hechos 13:36).
Mientras tanto, hasta que Dios nos lleve con Él, hay mucho por hacer. «Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura —dijo Jesús—. La noche viene, cuando nadie puede trabajar» (Juan 9:4). La noche vendrá cuando cerremos nuestros ojos en este mundo de una vez por todas o cuando nuestro Señor regrese para llevarnos para estar con Él. Con cada día nos acercamos un poquito más a ese momento.
Mientras tengamos la luz del día, debemos trabajar —no para conquistar, adquirir, acumular y jubilarnos, sino para hacer visible al Cristo invisible tocando a las personas con Su amor. Entonces podemos estar confiados en que nuestro «trabajo en el Señor no es vano» (1 Corintios 15:58). —DHR
UN SILBO APACIBLE Y DELICADO

Cuando Dios le habló a Elías en el Monte Horeb, lo pudo haber hecho con el viento, el terremoto, o el fuego. Pero no lo hizo así. Le habló con «un silbo apacible y delicado» (1 Reyes 19:12). Dios le preguntó: «¿Qué haces aquí, Elías?» (v. 13), cuando éste se escondía de Jezabel, quien había amenazado con matarle.
La respuesta de Elías reveló lo que Dios ya sabía —la profundidad de su temor y desaliento. En efecto, le dijo: «Señor, he sentido un vivo celo cuando los demás te han abandonado. ¿Qué recibiré por ser el único que te defiende?» (ver el v. 14).
¿Era en realidad Elías el único que servía a Dios? No. Dios tenía a «siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal» (v. 18).
Puede que en las profundidades de nuestro temor o desesperación también pensemos que somos los únicos que servimos a Dios. Puede que eso suceda justo después de haber llegado a la cumbre de algún éxito, como le sucedió a Elías. El Salmo 46:10 nos recuerda «estad quietos y conoced» que Él es Dios. Cuanto antes nos centremos en Él y Su poder, tanto más pronto veremos que somos librados de nuestro temor y autocompasión.
Tanto los címbalos que retiñen —que representan nuestros fracasos—, como los metales que resuenan —que representan nuestros éxitos— pueden ahogar el silbo apacible y delicado de Dios. Es momento de que acallemos nuestros corazones para escucharle a Él mientras meditamos en Su Palabra. —AL
Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra. —Salmo 46:10