"Levantad bandera sobre un alto monte; alzad la voz a ellos, alzad la mano, para que entren por puertas de príncipes. Yo mandé a mis consagrados, asimismo llamé a mis valientes para mi ira, a los que se alegran con mi gloria. Estruendo de multitud en los montes, como de mucho pueblo; estruendo de ruido de reinos, de naciones reunidas; Jehová de los ejércitos pasa revista a las tropas para la batalla"
"La historia pertenece a los intercesores"

sábado, 10 de abril de 2010

Vasos consagrados.

Nos convertimos en vasos útiles cuando nos consagramos enteramente para Dios.
La Biblia se refiere a nosotros como vasos de barro, frágiles, humanos (vea 2 Co 4:7). Como se forma la vasija en la rueda del alfarero, así mismo nosotros somos hechos del barro (vea Is 64:8). Dios formó a Adán "del polvo de la tierra" (Gn 2:7) y el Salmo 103:14 expresa, "Porque él [Dios] conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo".

A pesar de que somos débiles e imperfectos, cuando llenamos nuestras vasijas (nosotros mismos) con la Palabra de Dios, nos convertimos en recipientes de su bendición, listos para ser llenados para su uso. Todos somos valiosos para el Señor--¡Dios aún puede usar vasijas rotas!
Cuando Él llamó a Jeremías, le dijo, "Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones". Como Jeremías, podemos ofrecer la verdad de Dios a la gente dondequiera que vayamos.
Pero primero debemos estar enteramente consagrados a Dios. En 2 Timoteo 2:21 se declara, "Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra".
Una clave importante para que sea-mos vasos útiles es controlar nuestras lenguas. El Salmo 50:23 nos dice, "El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios".
¿Sabe qué sucedería si cada día le damos nuestras bocas a Dios para que sólo salgan de nuestros labios palabras que le glorifiquen? El Salmo 34:13 nos advierte, "Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño". Dedique su boca a Dios y úsela solamente para aquello que le place a Él--para alabanza y adoración, edificación y exhortación, y dar gracias. Ponga sus labios en el altar cada mañana. Déle su boca a Dios orando su Palabra: "Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza" (Sal 51:15).
Mucha gente quiere recibir de Dios, pero no están dispuestos a darse ellos mismos por completo a Él. La parábola de los talentos nos instruye a usar lo que Dios nos da para expandir el Reino del Maestro (vea Mt 25:14-30).
Haga un compromiso nuevo de ser un dador e invertir su tiempo y dinero, y darse usted mismo en la obra del Señor. No permita que el diablo le susurre y le inhiba dar porque usted tenga deudas y obligaciones que cumplir, cosas por las cuales usted se preocupa. Jesús nos exhorta a no estar preocupados o ansiosos por nada, porque Dios conoce nuestras necesidades y promete cuidar de nosotros (vea Mt 6:25-34).
Proverbios 3:9-10 declara, "Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto". Pablo declaró que los creyentes en Macedonia no sólo dieron su dinero, sino también se dieron ellos mismos al servicio del Señor (vea 2 Co 8:1-5). Pablo también dio su vida en el servicio al pueblo de Dios.
Alguien necesita su vida hoy. Ofrézcase usted mismo(a) a Dios, y deje que Él le muestre quién necesita ser servido o ministrado por Él. Bríndele todo su ser, todo lo que espera ser, todos sus sueños, visiones, esperanzas y deseos. Hágalo a Él dueño de todo y Él le demostrará su poder a través de su vida.
Cuando ministro, yo comparto con la gente cosas sobre mi familia. Les hablo de nuestros fracasos y también de nuestras victorias. Comparto nuestros testimonios para ayudar a que otros puedan tener vidas victoriosas también.
Si nunca ha dedicado su vida al servicio del Señor, usted se está perdiendo una gran aventura. Diariamente usted necesita entregarse por completo a Dios. Diga: "Señor, yo soy tuyo(a). Quiero ser un vaso perfecto para tu uso. Dedico mi vida a tu servicio. Te entrego mis manos, mi boca, mi mente, mi cuerpo, mi dinero y mi tiempo. Haz conmigo lo que quieras hacer hoy".
Joyce Meyer es una maestra de la Palabra y la autora de varios éxitos de ventas como lo son: Controlando sus emociones, El desarrollo de un líder, la serie ¡Ayúdenme!, La batalla es del Señor y Conozca a Dios íntimamente.






 

SIEIS NIVELES DE GUERRA ESPIRITUAL.



1. LA GUERRA ESPIRITUAL TIENE 6 NIVELES
Cuando hablamos de guerra espiritual, pensamos inmediatamente en la "toma de ciudad" otros en "demonios oprimiendo a las personas" pero en realidad debemos estar pensando en varios niveles y atacarlos de manera ordenada. Los niveles no se pueden saltar como no podemos pasar de primer agrado al cuarto. Justamente uno de los errores que más hemos visto en iglesias es salir a tomar la ciudad cuando ni siquiera sacaron los demonios que venían de generación en generación sobre sus cabezas o hermanos que expulsan demonios de la gente cuando no han ellos sido ministrados todavía.
Los niveles que Dios nos ha mostrado son los siguientes
:
1. Personal
2. Terrestre
3. Iglesia
4. Aires
5. Ciudad-nación
6. Armagedón
Miremos brevemente que significan cada uno:
NIVEL 1: Personal. Todo tiene su tiempo y preparación. Nadie puede avanzar de 1 a 5 grado asi como nadie puede lanzarse a la guerra del 4 nivel sino esta bien el primero. Es por eso que este capítulo es él más extenso, él más importante y el clave para la gran cosecha. Consiste en sacarnos todos los demonios que tenemos en nuestra vida, maldiciones sin cortar, fortalezas en la mente, vendas mágicas que nos ha puesto el enemigo, Es estar ministrados en sanidad interior y en una búsqueda de Dios, hambrientos, con una fresca unción personal, oyendo a Dios. Aquí veremos como se forma un guerrero. Las armas y actitudes de guerra.
NIVEL 2: Terrestre. Es la batalla terrestre. Como ya estamos bien y armados podemos llevar poder del Espíritu a los que están atados y perturbados por el diablo. Es batallar contra las fortalezas demoniacas de la gente, sacar demonios, sanar enfermos y discipular bajo los principios del maestro.
NIVEL 3: Iglesia. Losprincipales demonios que hay sobre las iglesias como entraron y como gobiernan la vida de cientos de iglesias cristianas. El espíritu de chisme, división, legalismo, divorcio, celos, sexual, etc. Veremos también pasos prácticos para destrozarlos y hacer del Espíritu Santo nuestro único guía.
NIVEL 4: Aires. Esto es como desenmascaramos al diablo en los medios de comunicación, quien es que hace y como son sus estrategias frente a las iglesias y los pastores. Como son los ataques del diablo cuando decidimos tomar los aires para Cristo, como funciona el ocultismo y como podemos vencerlo. Aquí comenzamos a desenmascararlo a nivel de ciudad, barrio o nación. Como son nuestras armas en este nivel, y como preparamos para la gran cosecha. El papel de la intercesión y la unción de conquista.
NIVEL 5: Ciudad - Nación. Como hacer la cartografía, e iniciar un plan estratégico de invasión y conversión impactante en toda la ciudad. Los elementos que disponemos para hacerlo, el papel de la unidad y nuestras armas.
NIVEL 6: Armagedón. Como será la ultima gran guerra contra el anticristo, como venceremos y cosecharemos de a miles para el reino de Dios. Una lectura victoriosa del Apocalipsis y de la gran tribulación.
Ya aclarados en forma general que es cada nivel, definamos algunas características de los perímetros, para luego profundizar uno por uno.
2. CARACTERISTICAS DE CADA NIVEL O PERIMETRO
a. Nunca se "superan" los niveles: Es decir yo ya pase el nivel 1, paso al 2 eso significa que el diablo nunca mas me va atacar en el 1. No es falso. Los niveles se acumulan, yo pase el 1, sigo con el 2 y luego paso al 3 es decir que yo batallo ahora simultáneamente en el 1,2,y 3, en los niveles anteriores sigue la guerra. Es decir que se van acumulando las batallas, se mezclan y el diablo intercala sus ataques simultáneamente o con armas distintas. Por eso es importante comenzar siempre por el primero y seguir luego a los otros.
Los libros de guerra espiritual han puesto énfasis en como son los demonios o el diablo y su estrategia, nosotros queremos además poner el énfasis que el soldado debe estar firme, armado y pelear estratégicamente.
b. Cada etapa puede durar mucho tiempo: Es decir que para pasar del nivel 1 al 2, el tiempo puede variar de iglesias en iglesias o de cristiano en cristiano. Esto depende de muchas circunstancias, hay cristianos que pasan del nivel uno al dos en semanas y otros pasan del nivel 1 al 2 en años y otros ni siquiera pasan del 1 al 2.
El deseo de este trabajo también, es contar como fue nuestra experiencia. Algunas iglesias no pueden pasar mas del nivel 2 otras del 3.Dios desea ardientemente un pueblo victorioso.
El libro esta desarrollado desde el punto de vista no de la iglesia universal, sino local. A medida que pasamos cada nivel en victoria, pasamos al otro, nuestra vida como soldados cambia, nuestra búsqueda de Dios es mayor y nuestras victorias y luchas son más poderosas en Él. No importa en donde nos encontremos parados, nunca podremos decir "ya esta", sino "Señor dame mas... mas... "
c. La guerra espiritual en cualquier nivel presupone estar bajo el Señorío de Cristo y en santidad: Con esto lo que deseo enfatizar es que la guerra espiritual esta ensamblada a otro montón de "temas" espirituales. Guerra espiritual no consiste sencillamente en "reprender espíritus" y nada más. La santidad, la unidad, la presencia del E.S. etc., son elementos propios de la guerra espiritual, sin estos no existe guerra sino gente que grita al aire creyendo lograr algo para Dios.
d. Las batallas y las armas deben ser estratégicos es decir usadas de acuerdo a cada nivel
: La guerra espiritual es un asunto serio. No podemos ir al nivel 3 si no hemos batallado y crecido en el nivel 1 de la batalla a nivel personal. Como podemos batallar en la toma de ciudades (nivel 4) sí la iglesia no esta en unidad interna. ¿Puede acaso salir un ejercito a batallar contra el enemigo si no están de acuerdo ellos mismos con sus dirigentes?. Si no hay unidad en los soldados ¿cómo presentaran batalla contra el príncipe de la división?. Por otro lado si no conocen sus armas, no saben como usarlas y cuando ¿cómo vamos a hacer una guerra efectiva?
e. En cada nivel lo importante es descubrirla estrategia del enemigo y combatirla: Analizar sus ataques, descubrirlos por la guía del Espíritu y por los ojos de la fe y destruirlos. El enemigo es vulnerable, descubre donde lo es y atácalo. Cada ataque del diablo sobre nuestra vida o la iglesia es débil en sí mismo, solo debemos localizarlo como explicaremos mas adelante y atacarlo. !Si él viene como un huracán saldrá corriendo como relámpago!!

Como descubrir tus dones

Dios merece lo mejor de ti. Él nos formó con un propósito y espera que explotes al máximo lo que te ha dado. Él no quiere que envidies ni te preocupes de las habilidades que no posees, sino que te enfoques y uses los talentos que te ha dado.

Cuando intentas servir a Dios de maneras para las que no estás formado, es como meter un cubo a la fuerza dentro de un círculo, es frustrante y produce resultados limitados. También es una pérdida de tu tiempo, de tu talento y de tu energía.
La mejor manera de vivir tu vida es sirviendo a Dios de acuerdo a tu forma, para lo cual debes descubrir tus dones, aprender a aceptarlos y a disfrutarlos de modo que puedas desarrollarlos a su máxima expresión.

Descubre tu forma


La Biblia dice: “No actúes desconsideradamente, sino trata de encontrar y hacer lo que sea que el Señor quiere que hagas” (Efesios 5:17, BAD). No dejes que otro día se te vaya. Comienza a encontrar y clarificar lo que Dios quiere que seas… y hazlo.


Comienza evaluando tus dones y recursos. Tómate un tiempo, mira honestamente en lo que eres bueno y en lo que no lo eres. Haz una lista. Pregúntales a otras personas su opinión sincera. Diles que estás buscando la verdad y no cumplidos.


Los dones espirituales y las habilidades naturales son siempre confirmados por otros. Si piensas que has sido dotado para ser maestro o cantante, y otra persona no está de acuerdo contigo, ¿qué crees? Si quieres saber si tienes el don de liderazgo, ¡pues mira sobre tus hombros! Si nadie te sigue, no eres un líder.


Haz preguntas como estas: ¿Dónde he visto frutos en mi vida que otras personas puedan confirmarlos? ¿En qué he visto que soy exitoso?


La evaluación de tus dones espirituales y los inventarios de tus habilidades pueden tener valor, pero son limitados en su utilidad. En primer lugar, están estandarizadas de manera que no cuentan dentro de tu singularidad. Segundo, no hay definición de los dones espirituales enlistados en la Biblia; de manera que cualquier definición es arbitraria y representa casi siempre un prejuicio denominacional.


“Por cuanto nosotros mismos hemos sido moldeados en todas estas partes, excelentemente formadas (...) sigamos adelante y seamos aquello para lo que fuimos creados” (Romanos 12:5, PAR).


La mejor manera de descubrir tus dones y habilidades es experimentando en las diferentes áreas de servicio. Yo pude haber tomado cientos de exámenes para determinar mis dones y habilidades cuando era joven, y nunca haber descubierto que recibí el don de la enseñanza ¡porque nunca enseñé! Sucedió solo después de que comencé a aceptar oportunidades para hablar que vi más resultados, recibí confirmación de otros, y me di cuenta de que “¡Dios me había dotado para que hiciera eso!”


Muchos libros llegan a descubrir este proceso al revés. Enseñan: “Descubre tu don espiritual para que conozcas qué ministerio se supone que tienes”.


Realmente esto opera de manera opuesta. Comienza sirviendo, experimenta en diferentes ministerios y descubrirás tus dones. Hasta que realmente no te involucres en el servicio, no sabrás para qué eres bueno.


Tienes docenas de habilidades y dones escondidos que no sabes que los tienes, porque nunca los has puesto a prueba. Así que te exhorto a que hagas cosas que nunca antes has hecho. No importa cuán viejo seas, te insto a que no dejes de experimentar.


He conocido muchas personas que han descubierto talentos escondidos a sus setenta y ochenta años. Conocí a una corredora de noventa años que ganó una carrera de diez kilómetros, sin descubrir que disfrutaba correr ¡hasta que llegó a los setenta y ochos años de edad!


No trates de encontrar tus dones antes de enrolarte a servir en algo. Simplemente, empieza a servir ya. Descubre tus dones involucrándote en el ministerio.


Intenta enseñar, dirigir, organizar, tocar un instrumento o trabajar con los jóvenes. Hasta que realmente no te involucres en el servicio, no sabrás para qué eres bueno. Si no funciona, llámalo “experimento”, no fracaso.


Eventualmente descubrirás para qué eres bueno. Considera las oportunidades y la personalidad. Pablo aconsejó: “Haz una exploración cuidadosa de quién eres y el trabajo que estás haciendo para que entonces te sumerjas en él” (Gálatas 6:4b, PAR). Otra vez, esto ayuda a recibir retroalimentación de quienes mejor te conocen.


Pregúntate a ti mismo: ¿Qué es lo que realmente disfruto hacer? ¿Cuándo me siento vivo completamente? ¿qué es lo que hago cuando pierdo la noción del tiempo? ¿Me gusta la rutina o la variedad? ¿Prefiero servir en equipo o por mí mismo? ¿Soy introvertido o extrovertido? ¿Soy más pensador que perceptivo? ¿En qué disfruto más, compitiendo o cooperando?


Examina tus antecedentes y extrae las lecciones que aprendiste. Revisa tu vida y piensa en cómo ha sido formada. Moisés les dijo a los israelitas: “Recuerden hoy lo que han aprendido acerca del Señor a través de sus experiencias con él” (Deuteronomio 11:2, PAR). 

Raras veces vemos el buen propósito de Dios en el dolor, el fracaso o la vergüenza mientras lo vivimos. Cuando Jesús le lavó los pies a Pedro, le dijo: “Tú no sabes ahora lo que estoy haciendo, pero después lo entenderás” (Juan 13:7). Solo en retrospectiva entendemos cómo Dios usa los problemas para bien. Extraer las lecciones de tus experiencias toma tiempo.

Te recomiendo que tomes un fin de semana completo para un retiro, y hagas una revisión de tu vida, en la que puedas hacer un alto para que veas cómo Dios ha trabajado en momentos decisivos en tu vida y consideres cómo quiere que uses esas lecciones para ayudar a otros.

 

 

 

ALABANZA Y VICTORIA

Hemos visto que nuestra alabanza representa un sacrificio, pero implica mucho más. Debemos ver que la alabanza es la manera de superar los ataques espirituales. Son muchos los que saben que Satanás teme a las oraciones que hacen los hijos de Dios; Satanás huye cuando los hijos de Dios doblan sus rodillas para orar. Por esta causa él los ataca con frecuencia para impedirles que oren. Si bien esto sucede con frecuencia, quisiéramos hacer notar otro hecho: los ataques más serios de Satanás no están orientados a detener las oraciones; sus ataques más feroces están dirigidos a impedir las alabanzas. No queremos decir que Satanás no se esfuerce por impedir las oraciones, pues sabemos que en cuanto un cristiano comienza a orar, es atacado por Satanás. A muchos nos resulta fácil entablar una conversación con otras personas pero, en cuanto comenzamos a orar, Satanás interviene ocasionando impedimentos a la oración. Él es quien nos hace sentir que es difícil orar. Si bien esto es cierto, Satanás no solamente procura impedir las oraciones de los hijos de Dios, sino también sus alabanzas. Su meta suprema consiste en impedir que Dios sea alabado. La oración es una batalla, pero la alabanza es una victoria. La oración representa guerra espiritual, pero la alabanza constituye victoria espiritual. Siempre que alabamos, Satanás huye; por eso, él detesta nuestras alabanzas. Él hará uso de todos sus recursos a fin de impedir que alabemos a Dios. Los hijos de Dios son insensatos si cesan de alabar a Dios cuando enfrentan adversidades y se sienten oprimidos. Pero a medida que conocen mejor a Dios, descubrirán que aún una celda en Filipos puede ser un lugar para entonar cánticos (Hch. 16:25). Pablo y Silas alababan a Dios desde su celda. Sus alabanzas causaron que se abrieran todas las puertas de la cárcel en la cual se encontraban.
Hechos menciona dos instancias en que las puertas de la cárcel fueron abiertas. En una ocasión fueron abiertas a Pedro, y en otra, a Pablo. En el caso de Pedro, la iglesia oraba fervientemente por él cuando un ángel le abrió las puertas de la prisión en que estaba y lo liberó (12:3-12). En el caso de Pablo, él y Silas estaban cantando himnos de alabanza a Dios cuando todas las puertas se abrieron y las cadenas fueron rotas. En ese día, el carcelero creyó en el Señor, y toda su casa fue salva en medio de gran júbilo (16:19-34). Pablo y Silas ofrecieron sacrificio de alabanza cuando estaban en la cárcel. Sus heridas aún no habían sido curadas, su dolor no había sido mitigado, sus pies seguían sujetos al cepo y estaban confinados a un calabozo del Imperio Romano. ¿Qué motivo había para sentirse gozosos? ¿Qué razón había para sentirse inspirados a cantar? Sin embargo, en ese calabozo se encontraban dos personas de espíritus transcendentes, que lo habían superado todo. Ellos entendían que Dios aún estaba sentado en los cielos y permanecía inmutable. Si bien era posible que ellos mismos cambiaran, que su entorno mudara, que sus sentimientos fluctuaran y que sus cuerpos sintieran dolor, aun así, Dios permanecía sentado en el trono. Él seguía siendo digno de recibir alabanza. Nuestros hermanos, Pablo y Silas, estaban orando, cantando y alabando a Dios. Esta clase de alabanza, que se produce como resultado del dolor y la aflicción, constituye un sacrificio de alabanza. Tal alabanza constituye una victoria.
Al orar, todavía estamos inmersos en nuestra situación. Pero al alabar, nos remontamos por encima de nuestras circunstancias. Mientras uno ora y ruega, todavía sigue atado a sus problemas; no logra librarse de ellos. Inclusive, cuanto más súplicas elevamos, más maniatados y oprimidos nos sentimos. Pero si Dios nos lleva a remontarnos por encima de la cárcel, las cadenas, las dolorosas heridas del cuerpo, los sufrimientos y la pena, entonces, ofreceremos alabanzas a Su nombre. Pablo y Silas estaban entonando himnos; ellos cantaban alabanzas a Dios. Dios los llevó a un punto en que la cárcel, la pena y el dolor dejaron de ser un problema para ellos. Así que, ellos podían alabar a Dios. Al alabarle así, las puertas de la prisión se abrieron, las cadenas se soltaron y aun el carcelero fue salvo.
En muchas ocasiones, la alabanza es eficaz cuando la oración no ha dado resultado. Éste es un principio fundamental. Si usted no puede orar, ¿por qué no alabar? Después de todo, el Señor ha puesto en nuestras manos este otro recurso a fin de darnos la victoria y permitir que nos gloriemos triunfalmente. Cuando le falten fuerzas para orar y su espíritu se sienta muy oprimido, lastimado o decaído, alabe a Dios. Si no puede orar, trate de alabar. Siempre pensamos que se debe orar cuando la carga es abrumadora, y que debemos alabar cuando ella ha sido quitada de nuestros hombros. Sin embargo, le ruego tome en cuenta que a veces la carga es tan pesada que uno es incapaz de orar. Es en ese momento en que usted debe alabar. No es que alabemos a Dios porque no tengamos ninguna carga sobre nuestros hombros; más bien, le alabamos debido a que las cargas nos abruman sobremanera. Si se enfrenta a situaciones y problemas extraordinarios, se encuentra perplejo y siente que se desmorona, tan solo recuerde una cosa: “¿Por qué no alabar?”. He aquí una brillante oportunidad: si ofrece una alabanza en ese momento, el Espíritu de Dios habrá de operar en usted, abrirá todas las puertas y romperá todas las cadenas.
Debemos aprender a cultivar este espíritu elevado, un espíritu que vence cualquier ataque. Puede ser que la oración no siempre nos conduzca al trono, pero con seguridad la alabanza nos llevará ante el trono en todo momento. Es posible que por medio de la oración no siempre logremos vencer, pero la alabanza nunca falla. Los hijos de Dios deben abrir sus bocas para alabar al Señor, no sólo cuando se encuentren libres de problemas, aflicciones, sufrimientos y dificultades, sino, aun más, cuando se vean en tales problemas y aflicciones. Cuando alguien que se encuentra en tales situaciones yergue su cabeza para decir: “Señor, te alabo”, puede que sus ojos estén llenos de lagrimas, pero su boca rebosará de alabanzas. Es posible que su corazón esté angustiado; no obstante, su espíritu seguirá alabando. Su espíritu se remontará tan alto como se eleve su alabanza; él mismo ascenderá junto con sus alabanzas. Aquellos que murmuran son insensatos. Cuanto más murmuran, más quedan sepultados bajo sus propias murmuraciones. Mientras más se quejan, más se hunden en sus propias lamentaciones. Cuanto más se dejan vencer por sus problemas, más desalentados se encuentran. Muchos parecen ser un poco más osados y oran cuando se ven en problemas. Se esfuerzan y luchan por superar sus problemas. A pesar de sentirse agobiados por sus circunstancias y aflicciones, no están dispuestos a ser sepultados por ellas y tratan de escapar por medio de la oración; y con frecuencia logran su liberación. Pero también sucede que a veces sus oraciones no hacen ningún efecto. Nada parece ser capaz de libertarlos, hasta que empiezan a alabar. Deben elevar en calidad de ofrenda el sacrificio de alabanza. Es decir, deben considerar la alabanza como un sacrificio que se eleva a Dios. Si se colocan en una posición tan ventajosa como esa, de inmediato superarán cualquier dificultad y no habrá problema que pueda abrumarlos. A veces, usted sentirá que algo lo oprime; sin embargo, tan pronto empiece a alabar, saldrá de su depresión.

Leamos 2 Crónicas 20:20-22: “Se levantaron por la mañana y salieron al desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a Sus profetas, y seréis prosperados. Y habiendo consultado con el pueblo, puso a algunos que cantasen a Jehová y que alabasen, en vestiduras santas, mientras salía delante del ejército, y que dijesen: Dad gracias a Jehová, porque Su benignidad es para siempre.
Y cuando comenzaron a entonar cantos y alabanzas, Jehová puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, que venían contra Judá, y fueron derribados”. Ésta es la descripción de una batalla. En la época en que gobernaba Josafat, la nación de Judá estaba a punto de ser extinguida; se encontraba en un estado de debilidad y caos. Los moabitas, los amonitas y los del monte de Seir, se habían propuesto invadir el territorio de Judá. La nación de Judá estaba sobrecogida por una desesperación total; su derrota era inminente. Josafat era un rey que había sido reavivado por Dios y le temía. Por supuesto, ninguno de los reyes de Judá había sido perfecto; sin embargo, Josafat era una persona que buscaba a Dios. Él exhortó a la nación de Judá a confiar en Dios. ¿Qué fue lo que hizo? Él designó cantores para que entonaran alabanzas a Jehová. También, les pidió que alabasen en vestiduras santas y que salieran delante del ejército, diciendo: “Dad gracias a Jehová, porque Su benignidad es para siempre”. Por favor, ponga atención a las palabras “y cuando comenzaron”, que aparecen a continuación en el versículo 22, las cuales son muy preciosas. “Y cuando comenzaron a entonar cantos y alabanzas, Jehová puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir”. Y cuando comenzaron quiere decir en ese preciso momento. Cuando todos cantaban alabanzas a Jehová, Él respondió derribando a los amonitas, moabitas y a los del monte de Seir. No hay nada que haga mover tan rápidamente la mano del Señor como la alabanza. La oración no es la manera más rápida de hacer que la mano del Señor se mueva, sino la alabanza. Les ruego que no me malinterpreten y lleguen a pensar que no debemos orar. Debemos orar todos los días; sin embargo, hay muchas cosas que sólo podemos vencer por medio de la alabanza.
Aquí vemos que la victoria espiritual no depende de la batalla que libremos, sino de la alabanza que elevemos a Dios. Debemos aprender a vencer a Satanás por medio de nuestras alabanzas. No sólo vencemos a Satanás por medio de la oración, sino también por medio de la alabanza. Muchas personas han tomado conciencia tanto de la ferocidad de Satanás como de sus propias flaquezas, de modo que resuelven luchar y orar. No obstante, aquí nos encontramos con un principio muy singular, a saber: la victoria espiritual no la determina la oración, sino la alabanza. Con frecuencia, los hijos de Dios caen en la tentación de llegar a pensar que sus problemas son muy complicados y que, por tanto, deben encontrar la manera de resolverlos. Así pues, concentran todos sus esfuerzos en buscar la manera de superar tales problemas. Sin embargo, cuanto más se empeñan en tal búsqueda, les resulta más difícil vencer. Al hacer esto, nos rebajamos al nivel de Satanás. En tales casos, ambos intervienen en la batalla; desde un extremo lucha Satanás, y nosotros nos encontramos en el extremo opuesto. Es difícil lograr alguna victoria si estamos en tal posición. Pero 2 Crónicas 20 nos muestra una escena muy diferente. En un extremo estaba el ejército, y en el otro estaban aquellos que entonaban himnos, los cuales, o tenían mucha fe en Dios o estaban locos. Gracias a Dios, nosotros no somos un pueblo desquiciado; somos personas que tienen fe en Dios.
Son muchos los hijos de Dios que padecen tribulaciones; ellos son probados con frecuencia. Cuando tales tribulaciones llegan a ser muy severas y el combate arrecia, tales cristianos se encuentran en una posición parecida a la de Josafat, pues no se vislumbra solución alguna para sus problemas. Una de las fuerzas combatientes es muy potente, y la otra demasiado endeble; no existe comparación entre ambas. Están atrapados en un torbellino, pues sus problemas son tan serios que superan todas sus capacidades. En esos momentos, es muy fácil que ellos se concentren en sus problemas y fijen su mirada en sus propias dificultades. Cuanto más tribulaciones padece una persona, más probabilidades tiene de dejarse agobiar por sus problemas, lo cual se convierte en un período de prueba muy intenso. Tal persona es sometida a la prueba más severa cuando se fija en ella misma o en sus circunstancias; cuanto más pruebas una persona padece, más propensa es a mirarse a sí misma o sus circunstancias. En cambio, aquellos que conocen a Dios experimentan que, cuanto más pruebas padecen, más confían en Dios. Cuanto más pruebas estas personas padecen, más aprenden a alabar. Así que, no debemos mirarnos a nosotros mismos, sino que debemos aprender a fijar nuestros ojos en el Señor. Debemos erguir nuestras cabezas y decirle al Señor: “¡Tú estás por sobre todas las cosas; alabado seas!”. Las alabanzas más entusiastas, que provienen del corazón y que fluyen de aquellos cuyos sentimientos han sido heridos, constituyen los sacrificios de alabanza agradables y aceptables para Dios. Una vez que nuestro sacrificio de alabanza asciende a Dios, el enemigo, Satanás, es vencido por medio de la alabanza. El sacrificio de alabanza tiene mucha eficacia delante de Dios. Permita que sus alabanzas más sublimes broten para Dios, y con toda certeza será capaz de resistir y vencer al enemigo. Al alabar, ¡encontrará que el camino a la victoria se abre delante de usted!
Los nuevos creyentes no debieran pensar que necesitan muchos años para aprender a alabar. Al contrario, debieran saber que pueden empezar a alabar inmediatamente. Cada vez que enfrenten algún problema, deben orar pidiendo la misericordia necesaria para detener sus propias manipulaciones y complots, así como deben aprender la lección en cuanto a la alabanza. Se pueden ganar muchas batallas por medio de la alabanza, y muchas se pierden debido a que nuestras alabanzas están ausentes. Si uno cree en Dios, al enfrentar sus problemas podrá decirle: “¡Yo alabo Tu nombre. Tú estás por encima de todas las cosas. Tú eres más fuerte que todo. Tu benignidad es para siempre!”. Una persona que alaba a Dios supera todas las cosas, vence constantemente en todo orden de cosas por medio de su alabanza. Éste es un principio y constituye, además, un hecho.


La alabanza 

Lectura bíblica: Sal. 22:3; 50:23; 106:12, 47; 146:2; He. 13:15.

La alabanza constituye la labor más sublime que los hijos de Dios puedan llevar a cabo. Se puede decir que la expresión más sublime de la vida espiritual de un santo es su alabanza a Dios. El trono de Dios ocupa la posición más alta en el universo; sin embargo, Él está “sentado en el trono / Entre las alabanzas de Israel” (Sal. 22:3). El nombre de Dios, e incluso Dios mismo, es exaltado por medio de la alabanza.
David expresó en un salmo que él oraba a Dios tres veces al día (Sal. 55:17). Pero en otro salmo, él dijo que alababa a Dios siete veces al día (119:164). Fue por inspiración del Espíritu Santo que David reconoció la importancia de la alabanza. Él oraba tres veces al día, pero alababa siete veces al día. Además, él designó a algunos levitas para que tocaran salterios y arpas a fin de exaltar, agradecer y alabar a Jehová, delante del arca del pacto (1 Cr. 16:4-6). Cuando Salomón concluyó con la edificación del templo de Jehová, los sacerdotes llevaron el arca del pacto al interior del Lugar Santísimo. Al salir los sacerdotes del Lugar Santo, los levitas situados junto al altar tocaban trompetas y cantaban, acompañados de címbalos, salterios y arpas. Todos juntos entonaban cantos de alabanza a Jehová. Fue en ese preciso momento que la gloria de Jehová llenó Su casa (2 Cr. 5:12-14). Tanto David como Salomón fueron personas que conmovieron el corazón de Jehová al ofrecerle sacrificios de alabanza que fueron de Su agrado. Jehová está sentado en el trono entre las alabanzas de Israel. Nosotros debemos alabar al Señor toda nuestra vida. Debemos entonar cantos de alabanza a nuestro Dios.
I. EL SACRIFICIO DE ALABANZA
La Biblia presta mucha atención a la alabanza. El tema de la alabanza se menciona con frecuencia en las Escrituras. Salmos, en particular, es un libro en el que abundan las alabanzas. De hecho, en el Antiguo Testamento, el libro de Salmos es un libro de alabanza. Así pues, muchas alabanzas son citas tomadas del libro de Salmos.
Sin embargo, el libro de Salmos contiene no sólo capítulos dedicados a la alabanza, sino también capítulos que hacen referencia a diversos sufrimientos. Dios desea mostrar a Su pueblo que aquellos que le alaban son los mismos que fueron guiados a través de diversas tribulaciones y cuyos sentimientos fueron lastimados. Estos salmos nos muestran hombres que fueron guiados por Dios a través de las sombras de la oscuridad; hombres que fueron despreciados, difamados y perseguidos. “Todas Tus ondas y Tus olas / Pasan sobre mí” (42:7). No obstante, fue en tal clase de personas en quienes el Señor pudo perfeccionar la alabanza. Las expresiones de alabanza no siempre proceden de aquellos que no tienen problemas, sino que proceden mucho más de aquellos que reciben disciplina y son probados. En los salmos podemos detectar tanto los sentimientos más lastimeros como las alabanzas más sublimes. Dios echa mano de muchas penurias, dificultades e injurias, a fin de crear alabanzas en Su pueblo. El Señor hace que, a través de las circunstancias difíciles, ellos aprendan a ser personas que alaban en Su presencia.
La alabanza más entusiasta no siempre procede de las personas que están más contentas. Con frecuencia, tales alabanzas surgen de personas que atraviesan por las circunstancias más difíciles. Este tipo de alabanza es sumamente agradable al Señor y recibe Su bendición. Dios no desea que los hombres le alaben sólo cuando se encuentren en la cima contemplando Canaán, la tierra prometida; más bien, Dios anhela que Su pueblo le componga salmos y le alabe, aun cuando anden “en valle de sombra de muerte” (23:4). En esto consiste la auténtica alabanza.
Esto nos muestra la naturaleza que Dios le atribuye a la alabanza. La alabanza es, por naturaleza, una ofrenda, un sacrificio. En otras palabras, la alabanza proviene del dolor y de los sufrimientos. Hebreos 13:15 dice: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de El, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan Su nombre”. ¿En qué consiste un sacrificio? Un sacrificio es una ofrenda, y una ofrenda implica muerte y pérdida. El que presente una ofrenda debe sufrir alguna pérdida. Toda ofrenda, o sacrificio, deberá ser entregada. Tal entrega implica sufrir pérdida. El buey o el cordero que usted ofreció, le pertenecían; pero cuando usted los entregó, cuando los elevó en calidad de ofrenda, los sacrificó. El hecho de ofrecer algo no indica que habrá ganancia; más bien, significa que se sufrirá una pérdida. Cuando una persona ofrece su alabanza, ella pierde algo; ella está ofreciendo un sacrificio a Dios. En otras palabras, Dios inflige heridas; Él quebranta y hiere a la persona, pero, a su vez, dicha persona se vuelve a Él ofreciéndole alabanzas. La alabanza ofrecida a Dios a costa de algún sufrimiento, constituye una ofrenda. Dios desea que el hombre le alabe de esta manera; Él desea ser entronizado por esta clase de alabanza. ¿Cómo obtendrá Dios Su alabanza? Dios desea que Sus hijos le alaben en medio de sus sufrimientos. No debiéramos alabar a Dios sólo cuando hemos recibido algún beneficio. Si bien la alabanza que se ofrece por haber recibido un beneficio sigue siendo una alabanza, no puede considerarse una ofrenda. Una ofrenda, en principio, está basada en el sufrimiento de alguna pérdida. Así pues, el elemento de pérdida está implícito en toda ofrenda. Dios desea que le alabemos en medio de tales pérdidas. Esto constituye una verdadera ofrenda.
No sólo debemos ofrecer oraciones a Dios, sino que es menester que aprendamos a alabarle. Es necesario que desde el inicio de nuestra vida cristiana entendamos cuál es el significado de la alabanza. Debemos alabar a Dios incesantemente. David recibió gracia de Dios para alabarle siete veces al día. Alabar a Dios cada día es un buen ejercicio, una muy buena lección y una excelente práctica espiritual. Debemos aprender a alabarle al levantarnos de madrugada, al enfrentar algún problema, al estar en una reunión o al estar a solas. Debemos alabar a Dios al menos siete veces al día; no dejemos que David nos supere al respecto. Si no aprendemos a alabar a Dios cada día, difícilmente participaremos del sacrificio de alabanza al cual se refiere Hebreos 13.
A medida que desarrollemos el hábito de la alabanza, tendremos días en los que nos será imposible reunir las fuerzas necesarias para alabar. Puede que hoy, ayer y anteayer hayamos alabado a Dios siete veces al día, y que le hayamos alabado con la misma constancia la semana pasada o el mes anterior. Pero llega el día en que simplemente nos es imposible proferir alguna alabanza. Son días en los que a uno lo agobia el dolor, la oscuridad total o los problemas más graves. En tales días, uno es víctima de malentendidos y calumnias, y se encuentra tan agobiado que, incluso, derrama lágrimas de auto compasión. ¿Cómo es posible que en tales días podamos alabar a Dios? Es imposible alabarlo debido a que uno se siente herido, dolido y atribulado. Uno siente que la respuesta más obvia no consiste en alabar, sino en lamentarse. Se siente que lo más normal sería murmurar en lugar de dar gracias, y no hay deseos de alabar ni se piensa en hacerlo. Al tomar en cuenta las circunstancias y el estado en que uno se encuentra, pensamos que alabar no es lo más apropiado. En ese preciso instante deberíamos recordar que el trono de Jehová permanece inmutable, que Su nombre no ha cambiado y que Su gloria no ha mermado. Uno debe alabarlo simplemente por el hecho de que Él es digno de ser alabado. Uno debe bendecirlo por la sencilla razón de que Él merece toda bendición. Aunque uno esté agobiado por las dificultades, Él sigue siendo digno de alabanza; entonces, a pesar de estar angustiados, somos llevados a alabarlo.
En ese momento, nuestra alabanza viene a ser un sacrificianza. Esta alabanza equivale a sacrificar nuestro becerro gordo. Equivale a poner lo que más amamos, nuestro Isaac, en el altar. Así, al alabar con lágrimas en los ojos, elevamos a Dios lo que constituye un sacrificio de alabanza. ¿En qué consiste una ofrenda? Una ofrenda implica heridas, muerte, pérdida y sacrificio. En presencia de Dios, uno ha sido herido y sacrificado. Delante de Dios, uno ha sufrido pérdida y ha muerto. Sin embargo, uno reconoce que el trono de Dios permanece firme en los cielos y no puede ser conmovido; y, entonces, uno no puede dejar de alabar a Dios. En esto consiste el sacrificio de alabanza. Dios desea que Sus hijos le alaben en todo orden de cosas y en medio de cualquier circunstancia. nuestro becerro gordo. Equivale a poner lo que más amamos, nuestro Isaac, en el altar. Así, al alabar con lágrimas en los ojos, elevamos a Dios lo que constituye un sacrificio de alabanza. ¿En qué consiste una ofrenda? Una ofrenda implica heridas, muerte, pérdida y sacrificio. En presencia de Dios, uno ha sido herido y sacrificado. Delante de Dios, uno ha sufrido pérdida y ha muerto. Sin embargo, uno reconoce que el trono de Dios permanece firme en los cielos y no puede ser conmovido; y, entonces, uno no puede dejar de alabar a Dios. En esto consiste el sacrificio de alabanza. Dios desea que Sus hijos le alaben en todo orden de cosas y en medio de cualquier circunstancia